Nadie acabará con los libros

Lo que nos da internet es, en efecto, una información en bruto, sin distinción alguna, o casi, sin control de las fuentes ni de su jerarquización. Ahora bien, todos necesitamos no solo verificar sino también dar sentido, es decir, ordenar, colocar nuestro saber en un punto determinado del discurso. ¿Y según qué criterios? Nuestros libros de historia, ya lo hemos dicho, a menudo se han escrito a partir de preferencias nacionalistas, de influjos a veces pasajeros, de elecciones ideológicas que se dejaban apreciar aquí o allá. Ninguna historia de la Revolución francesa es inocente. Danton es una gran figura para los historiadores franceses del siglo XIX; por doquier se le dedican grandes estatuas. Luego cae en desgracia, acusado de corrupción y Robespierre, el incorruptible, sostenido por historiadores marxistas como Albert Matthiez, vuelve a estar en auge. Consigue que le dediquen alguna que otra calle en los barrios periféricos comunistas, e incluso una estación de metro en Montreuil-sous-Bois. ¿Mañana a quién le tocará, ¿qué pasará? No lo sabemos. Necesitamos, por lo tanto, de un punto de vista, o por lo menos de algunas marcas, para acercarnos a este océano tumultuoso del saber.

Jean-Claude Carrière respondiendo en el capítulo La venganza de los filtrados.

 


Nota: Un libro magnífico, de ésos cuya lectura me cuesta suspender. Básicamente es una transcripción de charlas entre Jean-Claude Carrière y Umberto Eco. Además de los comentarios mordaces, contiene multitud de referencias a libros, pinturas, películas. La edición incluye unas fotografías excelentes. Recomendado para todos los amantes de los libros.

Más sobre Milonga para una niña

En la entrada Milonga para una niña la señorita Jessica (una mujer que es compendio de inteligencia y buen gusto), escribió un comentario que me ha agradado, y que también me ha parecido digno de metamorfosear en una entrada, para preservarlo, para aumentar la probabilidad de que lo lean. Dice:

Milonga para una niña va más allá de un hermoso tema. Es una de esas historias que inundan a los adentros de quien las lee. Una mezcla de ternura y realidad. Un sentimiento palpable, una canción que se abraza. En casa tengo un libro que se llama La memoria profunda – son textos y reportajes por Raúl Lamarque, Saúl Ibargoyen y Jorge Miglionico – y en el, Zitarrosa dice lo siguiente sobre esta canción:

“Es una milonga que yo hice pensando en dos o tres mujeres, no porque hayan sido mujeres mías sino porque se presentaban como dos o tres imágenes arquetípicas del amor.
¿Cómo se integran esos arquetipos?
Pues cuando surge algún tema de carácter amoroso, amatorio, erótico, siempre debe buscarse más de una mujer. Es una flor para adentro. Con varias se cristaliza una o de una se desprenden varias… Puede ser todo eso… El amor es un ojo que te mira, y te ama, pero cuando le empiezan a pasar unas luces y ese ojo comienza a pensar, también empieza el miedo… amor de duro diente, hasta el hueso.

En función de tanto y tanto amor… según el tiempo, se va completando la concepción del amor; luego de haber amado tantas y tantas cosas, desde un libro hasta un perro, desde una mujer hasta un niño, desde un amigo hasta un enemigo incluso —aunque aquí no sea amor sino afección—. Y todo eso vuelve más complejo el asunto del amor. ¿Qué es? La donación de si mismo que entraña el acto de amar, así se trate de una pequeña parte de tu ser, la solidaridad, el auxilio económico, la pasión como pasión sexual… Claro que hay en el amor una capacidad de fuga, de ser fluyente hacia el futuro, y el goce está en seguirlo hacia donde vaya, con el riesgo de que en ese fluir sea el propio amor el que se nos quede por el camino…”

Un genio, verdad?
Cuando leí este post me dio ganas de compartir el fragmento. Espero que te guste.
Saludos desde el sur.

Sí, es un genio. Y sí, me gustó mucho. Gracias. Caramba, se queda uno felizmente sin palabras ante tanta elocuencia, ante el intimismo de la composición. ¡Cómo habla el poeta, diciéndolo todo! Y leyéndolo, uno descubre los propios sentimientos y puede atreverse a darles un nombre, a quizás aventurar una explicación. Magistral. Gracias, Jessica. Saludos desde el norte del sur.

Más sobre el párrafo de La Cruz Azul

Este post va por cortesía de Fran. Estoy leyendo El Candor del Padre Brown, de Chesterton, y destaqué uno de los párrafos más brillantes de la primera historia, La Cruz Azul. En ese párrafo, la referencia a Nelson está clara. Pero no tenía luces sobre Williams, Williamson, y la paradoja de Poe. Entonces le pregunté a Fran, quien sobre Chesterton sabe mucho. Así selecciono a los amigos, como en el tema de Serrat: son lo mejor de cada casa 😀 Que sepan, que sean inteligentes, y que me saquen las dudas cuando se me presenten. Lo que Fran responde merece un post:

Voy ya con la cuestión que me has planteado: hay un relato de Edgar Allan Poe, llamado William Wilson en el que Poe trata el tema del doble, típico de la literatura de terror del XIX. En la historia, el protagonista es asesinado por un tal Williams, es decir, por su doble, lo que vale decir que es asesinado por sí mismo, o por el reflejo de sí mismo. Siento haberte estropeado el argumento, pero esa es la paradoja a la que se refiere Chesterton. De todas formas, si quieres leer el relato de Poe, puedes hacerlo aquí: William Wilson, de Edgar A. Poe.

Me alegro mucho de que estés leyendo el librito del Padre Brown. Para muchos es de los mejores de Chesterton. Tiene una prosa deliciosa. Se nota que estudió pintura y que era un estilista, un mago de la palabra.

Y muchas gracias, Fran. Tengo que leer ese relato de Poe, es tarea pendiente.

Fran, Jessica, Jaramillo: los comentarios están abiertos de nuevo. Pero siento un extraño placer al ver cómo cambian los patrones de conexión de los spambots de Rusia, Ucrania y China cuando los comentarios se cierran. Locuras mías.

Mejor no lea

Mil ríos con sus respectivos amantes

Había comentado en Buscando detectives que en una librería me consiguieron un volumen con los poemas de Alejandra Pizarnik. Hoy fui a buscarlo. El volumen ofrece lo que promete, y me satisface. La poesía de Pizarnik es un embrujo, y celebro haber regresado a casa con este libro. Incluye, por supuesto, el maravilloso Caminos del espejo. Un placer.

Otra cosa, sin embargo, es el precio de los libros en Venezuela. Me parecen precios de escándalo, cercanos al robo. Estos días he comentado, he preguntado sobre el futuro de los libros, del libro como lo conocemos, con sus hojas al viento y su presencia en el estante. Puede que algún día elabore más mis ideas sobre este tema. Hay que hablar de Kindle, de Nook, de editoriales, de distribución, de acceso, etcétera. Pero podríamos preguntarnos ya: ¿no es mejor buscar un libro en Internet (e imprimirlo si hace falta) en vez de ir a que nos roben en una librería? Leer, en Venezuela, al estilo tradicional digamos, se está volviendo casi un lujo. Y mejor no pregunte por los precios de los libros técnicos. Mejor, quizás, mejor no lea.

Despedida de un paisaje

No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.

Comprendo que mi tristeza
no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.

No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.

Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.

No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.

Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
estén sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.

Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.

Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.

Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
Sinceramente les deseo
que lo escuchen.

No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero nunca obedientes.
Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.

Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.
Te he sobrevivido suficiente
como para recordar desde lejos.

Wislawa Szymborska (Despedida de un paisaje, Fin y principio,
traducido por Gerardo Beltrán)

Fútbol con

¿Qué le voy a hacer? Me encanta el fútbol. Incluso me gusta más que el béisbol,  predilección que solía ser muy rara para un venezolano. De todas formas, el béisbol me fascina, aunque con este deporte mi fascinación está casi exclusivamente dedicada a los Chicago White Sox (este año sí, este año ganamos otra vez… lo que digo todos los años). Pero mi gusto por el fútbol es uno o dos años más antiguo que mi gusto por el béisbol. Nació una mañana pintada de claro y normalidad, acaso de aburrimiento. Tenía nueve años recién cumplidos, y la mañana amenazaba con volverse más aburrida al enterarme de la noticia: una amiga de mi mamá vendría a visitarnos, con el consabido ritual de saludos y la obligación de prestar o fingir atención y respeto a una conversación de adultos. Se me ocurrió, con posterior éxito, evitar aquel saludo y escabullirme hacia una habitación donde había un televisor que sintonizaba perfectamente el canal del estado (y creo que era el único canal que sintonizaba… ¡cuánto tiempo! ¡se podía ver un Real Madrid – Barcelona, un Milan – Juventus en señal abierta, por el canal del estado!). Mientras duró la visita de la amiga de mi mamá, vi completo mi primer partido de fútbol: Lecce – Napoli. Y me gustó el Napoli. Era aquel Napoli glorioso de Maradona, Careca, Alemao, etcétera. Algo así como el primer amor. Está demás decir que yo no tenía ni idea de quiénes eran esos tipos. No estábamos ni cerca de tener Internet, así que aprendí a conformarme con las migajas que lanzaban los relatores, y lo que después encontraba en la prensa. Ayudó mucho a mi gusto por el fútbol que ese mismo año fue el segundo mundial celebrado en Italia, sí, Italia 90. Y así llegaron el álbum de Panini, mi primer balón Adidas oficial, las latas de Coca-Cola con las banderas de los países participantes, mis primeras lecturas de revistas especializadas en fútbol, mi primera solidaridad y sentimiento compartido con la selección de Argentina. En retrospectiva, esta solidaridad con Argentina estaba más que justificada por mi recientemente formado cariño hacia el Napoli. Era como: donde juegue Maradona, ése es el equipo que quiero que gane. Pero, como descubrí años después, aquella Argentina de Italia 90 (aquel Maradona de Italia 90) estaba muy por debajo de la maquinaria de México 86. Qué decepción la derrota inaugural contra Camerún, qué desencanto al ver cómo el balón se le escurría a Pumpido. Total, que Argentina fue pasando a trompicones y Goycocheadas hasta llegar a la final, donde, todavía lo creo así, los robaron. Pero en fin, ya está. Fácilmente me llevaría párrafos y párrafos hablando sólo de ese mundial. Agreguemos que cuando Caniggia consiguió el empate contra Italia, no sólo demostró que los milagros existen, sino que mi corazón infantil se encontró por primera vez con ese monstruo emocional que es el fútbol. Un comentario aparte para Brasil y Uruguay. Era el Brasil de Careca, por tanto, el cruce Brasil – Argentina me encontró con las emociones ligeramente en conflicto. Y de Uruguay… bueno, aquella selección dirigida por Oscar Washington Tabárez fue casi la primera noticia que tuve sobre aquel país de extensión relativamente breve y corazón decididamente infinito.

Después de Italia 90, el fútbol para mí fue otra cosa. FC Barcelona, Real Madrid, Olympique de Marsella, Ajax, Bayern Munich, Sao Paulo, Gremio, Oporto, Benfica, Boca Juniors, River Plate, Manchester United, Arsenal, Liverpool, Nacional, Peñarol, las Copas de Europa, la Copa América, la Libertadores, etcétera. Además, era de los pocos que veía los partidos de la selección venezolana de fútbol. Goleada tras goleada, Venezuela significaba los dos (después tres) puntos seguros para cualquiera. Ahora estamos un poquito mejor, y muchísima más gente sigue a la selección nacional. La liga local, sin embargo, nunca me ha interesado.

Parte de todo esto que escribo se me ocurrió luego de ver el segundo gol de Cavani en la reciente victoria del Napoli, victoria que permite soñar, que los coloca cerquita del Milan. Veo difícil el título, pero veo probable un puesto de Champions. Hay que decir también que aunque me gusta el fútbol, le concedo sólo el espacio justo. Hay muchas otras cosas que hacer y atender. Por eso no me interesa lo extradeportivo; no soy el típico fanático que conoce los nombres y las vidas de toda una plantilla, que sigue irracionalmente a un equipo. Lo que a mí me gusta es lo que ocurrió, ocurre y ocurrirá durante los 90 y poco más minutos que dura un partido. A veces no hay tiempo, y sólo veo el juego de fin de semana del FC Barcelona, y a veces ni eso. Al final del día, es sólo un juego.

Y todo esto de Fútbol con, todo lo escrito, era sólo para decir que me gusta ver fútbol mientras como chocolates u otros dulces. Y que estoy contento porque unas amigas acaban de regalarme una buena provisión de dulces, suficiente para varios partidos. Voy a engordar.

La familia, la propiedad privada y el amor

Hay discos y hay discos. De los discos, aquí, rápido y sin muchos miramientos, acuden a mi recuerdo Who’s Next de The Who, Hijo de la Luz y de la Sombra de Serrat, Guitarra Negra de Zitarrosa, The Queen is Dead de The Smiths, The Velvet Underground & Nico de The Velvet Underground, The Jazz Album de Royal Concertgebouw Orchestra/Dmitri Shostakovich, Transformer de Lou Reed, Gling-Gló de Björk Guðmundsdóttir & tríó Guðmundar Ingólfssonar, A Love Supreme de John Coltrane, Desire de Bob Dylan, Libertango de Astor Piazzolla, Fina Estampa de Caetano Veloso, Another Green World de Brian Eno, Songs of Leonard Cohen de Leonard Cohen… y podría seguir y seguir. En este momento estoy escuchando un feliz integrante de la lista de discos: Al final de este viaje, de Silvio Rodríguez, disco magistral de principio a fin, con clásicos entre clásicos como Canción del elegido, Ojalá, Óleo de mujer con sombrero. Hoy, hoy me gusta mucho este tema:

El derrumbe de un sueño / algo hallado pasando / resultabas ser tú. / Una esponja sin dueño / un silbido buscando / resultaba ser yo. La letra completa, en Cancioneros.

Leído en La Cruz Azul

El hecho más increíble de los milagros es que suceden. Unas cuantas nubes en el cielo conforman la estampa llamativa de un ojo humano. Durante un viaje incierto un árbol se yergue en medio del paisaje con la forma exacta y detallada de un signo de interrogación. Yo mismo he visto estas cosas en los últimos días. Nelson muere en el momento de la victoria, y un hombre llamado Williams mata, por casualidad, a otro hombre llamado Williamson: suena como una especie de infanticidio. Para resumir, hay en la vida un elemento de coincidencia mágica que la gente que calcula prosaicamente puede perderse para siempre. Como deja bien claro la paradoja de Poe, la sabiduría debe contar con lo inesperado.

G. K. Chesterton (fragmento de La Cruz Azul, en “El candor del Padre Brown”)