El Amenazado

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas,
la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes,
los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se
levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

“El Amenazado” de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899 – Ginebra, 1986).

Mujer Divina

Mujer Divina, Homenaje a Agustín Lara
Mujer Divina, Homenaje a Agustín Lara

Me gusta el álbum Mujer Divina, Homenaje a Agustín Lara por Natalia Lafourcade. ¿Cómo no va a gustarnos? Es una preciosidad. 13 temas del Flaco de Oro maravillosamente interpretados, provistos de frescura y amor. En cada canción Natalia se hace acompañar de reconocidas voces masculinas, con la notable, muy notable excepción de María Bonita, una versión acústica de impresionante belleza, interpretada en solitario por ella. Impecable música, para soñar. Gracias María Natalia, gracias Agustín.

Esperado Regreso

Al fin, luego de tantos meses de ausencia, la lluvia ha regresado. Una débil premonición en los nubarrones vespertinos, reforzada por el desespero nocturno de los bachacos. Una esperanza más cierta con las primeras gotas de la madrugada, y finalmente, a las 7, el regreso vehemente, ruidoso, húmedo. La lluvia como una vindicación de los varios caídos durante esta inclemente temporada de sequía: por ejemplo, el viejo y dulce naranjo que alegró muchas de nuestras mañanas ha quedado reducido a alimento para el fuego. Pero ésta, como toda lluvia buena, contiene un mensaje de renovación. En los próximos días, con cada reconfirmación de su llegada, aprovecharemos para plantar nuevos naranjos, nuevas conexiones con los frutos benditos de la tierra. El calor se dispersa, uno siente ganas de escribir, y el jazz vuelve a asomar acompañado por el ritmo feliz e inesperado de las nuevas goteras en el techo 🙂

El Humo del Guiso

Anónimo Árabe

En las ciudades orientales hay calles en las cuales los cocineros preparan los platos más exquisitos en la calle, y la gente se agolpa alrededor de sus puestos para comer y comprar.

A uno de estos puestos ambulantes se acercó un día un pobre. No teniendo dinero para comprar alguna cosa, puso su pan sobre una olla de guisado, lo impregnó del humo apetitoso que salía y se lo comió ávidamente.

Pero precisamente aquella mañana el cocinero no había hecho buenos negocios y estaba de mal humor. Por eso se volvió con ira al pobre y le dijo:

– Págame lo que has tomado.

– Pero yo no he tomado de tu cocina más que humo, repuso el pobre.

– ¡Págame el humo!, tronó el cocinero enfurecido.

La cosa terminó en el tribunal. El Sultán llamó a asamblea a todos los sabios del reino y les propuso resolver la cuestión.

Comenzaron a discutir y a matizar la cuestión: algunos daban la razón al uno, con el pretexto de que el humo pertenece al dueño del guisado, y otros al otro, sosteniendo que el humo es de todos, como el aire que se respira. Finalmente, después de largas discusiones, la sentencia fue ésta:

“Ya que el pobre ha gozado del humo, pero no ha tocado el guiso, debe tomar una moneda y golpear con ella la madera. El sonido de la moneda pagará al cocinero”.

Así se hizo. A cambio del humo del guisado, el cocinero tuvo el sonido de la moneda.


Nota: Existen muchas variantes de este relato. Consultar, por ejemplo, el cuento LXXII en “El Sobremesa y Alivio de Caminantes”, recopilación de Juan de Timoneda.

El Conservador de Libros

Un conservador es la persona responsable de una colección específica en una institución para la conservación de alguna herencia o patrimonio cultural (como un archivo, una biblioteca, o un museo). El conservador se especializa en un tema relevante a la colección y está profundamente informado sobre el contenido de la misma. Es la persona responsable de seleccionar nuevo material para la colección; de escribir documentación, reportes, y catálogos que describan el material; de supervisar el mantenimiento y preservación del material; y con frecuencia también desarrolla otras actividades como la publicación de investigaciones relativas a la colección, la organización de reuniones con otros investigadores que deseen aprender sobre la colección, y tareas misceláneas. Un conservador puede ser un bibliotecario, un archivero, un historiador, o alguien con un grado académico avanzado y con dominio de múltiples temas. ¡Algunos conservadores tienen todos estos roles y capacidades!

El párrafo es una traducción mía del original: What is a curator?

Man in the Arena

It is not the critic who counts; not the man who points out how the strong man stumbles, or where the doer of deeds could have done them better. The credit belongs to the man who is actually in the arena, whose face is marred by dust and sweat and blood; who strives valiantly; who errs, who comes short again and again, because there is no effort without error and shortcoming; but who does actually strive to do the deeds; who knows great enthusiasms, the great devotions; who spends himself in a worthy cause; who at the best knows in the end the triumph of high achievement, and who at the worst, if he fails, at least fails while daring greatly, so that his place shall never be with those cold and timid souls who neither know victory nor defeat.

Theodore Roosevelt (Citizenship in a Republic, 1910).

Earth

“Spring in Italy” by Isaac Levitan
“Spring in Italy” by Isaac Levitan
Earth, both a word and a millenarian feeling. Earth, the certain stage of all plays, the ultimate arcanum, the endless tale. Stained by the blood and ashes of her sons, Earth reborns eternally and infinitesimally, keeping human secrets to herself, recording and fading away the trails of roots and footsteps. The first and the last story are known by Earth, and in a sense, it’s the main witness of Alpha and Omega.