Interpretación de la Escritura según Wittgenstein

Kierkegaard escribe: Si el cristianismo fuera tan fácil y tan cómodo, ¿para qué habría puesto Dios al cielo y a la tierra en movimiento en su Escritura, y amenazado con castigos eternos? Pregunta: ¿por qué es entonces esta Escritura tan poco clara? Cuando queremos advertir a alguien de un peligro terrible, ¿lo hacemos dándole a descifrar un enigma, cuya solución es quizá la advertencia? Pero ¿quién dice que la Escritura es en realidad poco clara? ¿No podría ser que fuera aquí esencial que se diera un enigma? ¿Que una advertencia más directa hubiera tenido el efecto erróneo? Dios permite que cuatro hombres relaten la vida del hombre-Dios, cada uno de modo distinto y contradiciéndose; pero ¿no puede decirse: es importante que este relato no tenga una verosimilitud histórica común, para que ésta no sea tomada por lo esencial, lo decisivo? Para que la letra no encuentre más fe de la que se le debe y el espíritu conserve su derecho. Esto quiere decir: lo que debes ver no puede proporcionarlo el historiador mejor y más preciso; por ello, basta y hasta es preferible una exposición mediocre. Pues lo que debe comunicársete, también puede comunicarlo ésta. (De la misma manera que un decorado teatral mediocre puede ser mejor que uno refinado, o árboles pintados mejor que los auténticos, que distraen la atención de lo que verdaderamente importa).

Lo esencial, lo esencial para tu vida, yace en el espíritu de estas palabras. Sólo debes ver claramente lo que esta exposición muestra claramente. (No sé con certeza en qué medida se encuentra precisamente todo esto en el espíritu de Kierkegaard).

Entrada 166 en “Aforismos: Cultura y Valor” de Ludwig Wittgenstein.

Parece que se ha ido, pero no es cierto

Casi se puede fechar el nacimiento del cantinflismo. En 1937, Luis N. Morones, dirigente de la Confederación Revolucionaria Obrero Mexicana, califica a Vicente Lombardo Toledano, líder de la central obrera del gobierno, la Confederación de Trabajadores de México (CTM), de “traidor, cobarde, tembloroso, enclenque y Niño Fidencio de Teziutlán”. (El Niño Fidencio es un curandero famosísimo y en Teziutlán nació el líder de la CTM). Lombardo comenta desdeñoso: “Si Morones se propone demostrar su capacidad dialéctica, que discuta con Cantinflas”. Éste, enviado al limbo de lo que no merece réplica, admite por primera vez que su humor tiene un sentido y que ese sentido es la parodia del discurso político:

Lo primero que hice fue pensar en ir a ver a Lombardo para preguntarle con qué objeto… pero luego pensé… ¡pues no! Porque pensándolo bien, verdad, a nadie pudo haber escogido el licenciado mejor que a mí para solucionar la solución del problema… porque, como digo, naturalmente, ya que si él no puede arreglar nada y dice mucho, a mí me pasa lo mismo y nunca llego a un acuerdo… ¡Ah!, pero que conste que yo tengo momentos de lucidez y hablo muy claro. Y ahora voy a hablar claro… ¡Camaradas! Hay momentos en la vida, que son verdaderamente momentáneos… Y no es que uno diga, sino que ¡hay que ver! ¿Qué vemos? Es lo que hay que ver… porque, qué casualidad, camaradas, que poniéndose en el caso –no digamos que pueda ser- pero sí hay que reflexionar y comprender la fisiología de la vida para analogar la síntesis de la humanidad. ¿Verdad? Pues, ¡ahí está el detalle!

Fragmento del ensayo de Carlos Monsiváis sobre Cantinflas, en Ídolos a nado.

On The Religion of (Fake) Cheerfulness

“What?” cried Merton in an incredulous tone. “And the Religion of Cheerfulness—”

“It is a cruel religion,” said the priest, looking out of the window. “Why couldn’t they let him weep a little, like his fathers before him? His plans stiffened, his views grew cold; behind that merry mask was the empty mind of the atheist. At last, to keep up his hilarious public level, he fell back on that dram-drinking he had abandoned long ago. But there is this horror about alcoholism in a sincere teetotaler: that he pictures and expects that psychological inferno from which he has warned others. It leapt upon poor Armstrong prematurely, and by this morning he was in such a case that he sat here and cried he was in hell, in so crazy a voice that his daughter did not know it. He was mad for death, and with the monkey tricks of the mad he had scattered round him death in many shapes—a running noose and his friend’s revolver and a knife. Royce entered accidentally and acted in a flash. He flung the knife on the mat behind him, snatched up the revolver, and having no time to unload it, emptied it shot after shot all over the floor. The suicide saw a fourth shape of death, and made a dash for the window. The rescuer did the only thing he could—ran after him with the rope and tried to tie him hand and foot. Then it was that the unlucky girl ran in, and misunderstanding the struggle, strove to slash her father free. At first she only slashed poor Royce’s knuckles, from which has come all the little blood in this affair. But, of course, you noticed that he left blood, but no wound, on that servant’s face? Only before the poor woman swooned, she did hack her father loose, so that he went crashing through that window into eternity.”

G. K. Chesterton (from “The Three Tools of Death”, in The Innocence of Father Brown).

Bochinche y más bochinche

Bochinche, bochinche, esta gente no sabe hacer sino bochinche.

Francisco de Miranda, la última madrugada de julio de 1812.


Nota: Esa madrugada, Carlos Soublette, edecán de Miranda, despierta al Generalísimo y le informa que un grupo de sus oficiales, entre los cuales estaban Simón Bolívar, Miguel Peña y Manuel María Casas, se habían presentado a esas horas. Dese preso, General -dice Bolívar. Entonces Miranda respondió con lo del bochinche. Frase perfecta y clarividente, resume buena parte de lo que ha sido la historia política venezolana posterior a esa madrugada.

Entre actores y niños

A medida que el sistema educativo divide el conocimiento de manera artificial en diversos compartimentos-estanco y se aparta de la generalidad del conocimiento, la educación se va haciendo más monótona y se va especializando, hasta que se llega al resbaladizo terreno de las “vocaciones” en las que hay que pensar en carreras, profesiones y oficios. La principal profesión del hombre debe ser la de existir como un ser humano, siendo todas las demás actividades en las que se pueda ver envuelto circunstanciales y accidentales. Cualquier actividad humana sin una amplia base filosófica y científica, resulta ser como dice McLuhan, “una receta infalible para crear disgusto por cualquier tipo de actividad humana, no importa cuán interesante sea”. Las diversas profesiones, carreras y oficios nos hacen desempeñar diversos papeles, como si fuéramos actores, en el teatro de la vida. Cuando un joven elige una carrera se está limitando como ser humano. En relación a esto y citando a Saint-Exupéry, nos dice con gran acierto también McLuhan: “Los adultos no son gente en realidad. Son, como Saint-Exupéry lo dijo tan encantadoramente en El Principito, reyes, generales, hombres de negocios, geógrafos. Dado que están trazados y circunscritos por los papeles que desempeñan, actúan en formas limitadas, repetitivas y son, en palabra de El Principito, ‘ciertamente muy extraños’. Los niños son niños, o sea, gente completa. Si aprendemos bien de ellos tal vez nos ayuden a los maestros, jefes, taquígrafos, doctores, maquinistas, reyes, generales y escritores, a ser gente completa.”

Eduardo Césarman. Hombre y Entropía (1974).

Mas Jesús les dijo: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos.

Mateo 19:14

El Miedo

Frente al Adelantado he comprendido que la máxima obra propuesta al ser humano es la de forjarse un destino. Porque aquí, en la multitud que me rodea y corre, a la vez desaforada y sometida, veo muchas caras y pocos destinos. Y es que, detrás de esas caras, cualquier apetencia profunda, cualquier rebeldía, cualquier impulso, es atajado siempre por el miedo. Se tiene miedo a la reprimenda, miedo a la hora, miedo a la noticia, miedo a la colectividad que pluraliza las servidumbres; se tiene miedo al cuerpo propio, ante las interpelaciones y los índices tensos de la publicidad; se tiene miedo al vientre que acepta la simiente, miedo a las frutas y al agua; miedo a las fechas, miedo a las leyes, miedo a las consignas, miedo al error, miedo al sobre cerrado, miedo a lo que pueda ocurrir.

Alejo Carpentier (Los Pasos Perdidos)