La conquista de la felicidad

Es asombroso cuánto pueden aumentar la felicidad y la eficiencia cultivando una mente ordenada, que piense en las cosas adecuadamente en el momento adecuado, y no inadecuadamente a todas horas. Cuando hay que tomar una decisión difícil o preocupante, en cuanto se tengan todos los datos disponibles, hay que pensar en la cuestión de la mejor manera posible y tomar la decisión; una vez tomada la decisión, no hay que revisarla a menos que llegue a nuestro conocimiento algún nuevo dato. No hay nada tan agotador como la indecisión, ni nada tan estéril.

Bertrand Russell (La Conquista de la Felicidad, 1930).

Nota: Éste es un librito muy agradable. Publicado en 1930, y dirigido a una audiencia muy peculiar, conserva aún muchísima lucidez. Particularmente, como estudiante de computación y matemáticas resulta imposible no encontrarse muchas veces con las ideas de Bertrand Russell. Podemos o no estar de acuerdo con él, pero su genialidad resulta indiscutible.

Interpretación de la Escritura según Wittgenstein

Kierkegaard escribe: Si el cristianismo fuera tan fácil y tan cómodo, ¿para qué habría puesto Dios al cielo y a la tierra en movimiento en su Escritura, y amenazado con castigos eternos? Pregunta: ¿por qué es entonces esta Escritura tan poco clara? Cuando queremos advertir a alguien de un peligro terrible, ¿lo hacemos dándole a descifrar un enigma, cuya solución es quizá la advertencia? Pero ¿quién dice que la Escritura es en realidad poco clara? ¿No podría ser que fuera aquí esencial que se diera un enigma? ¿Que una advertencia más directa hubiera tenido el efecto erróneo? Dios permite que cuatro hombres relaten la vida del hombre-Dios, cada uno de modo distinto y contradiciéndose; pero ¿no puede decirse: es importante que este relato no tenga una verosimilitud histórica común, para que ésta no sea tomada por lo esencial, lo decisivo? Para que la letra no encuentre más fe de la que se le debe y el espíritu conserve su derecho. Esto quiere decir: lo que debes ver no puede proporcionarlo el historiador mejor y más preciso; por ello, basta y hasta es preferible una exposición mediocre. Pues lo que debe comunicársete, también puede comunicarlo ésta. (De la misma manera que un decorado teatral mediocre puede ser mejor que uno refinado, o árboles pintados mejor que los auténticos, que distraen la atención de lo que verdaderamente importa).

Lo esencial, lo esencial para tu vida, yace en el espíritu de estas palabras. Sólo debes ver claramente lo que esta exposición muestra claramente. (No sé con certeza en qué medida se encuentra precisamente todo esto en el espíritu de Kierkegaard).

Entrada 166 en “Aforismos: Cultura y Valor” de Ludwig Wittgenstein.

El Caminante

En quien cuida con exceso de sí mismo, el exceso de cuidados llega a hacerse una enfermedad. ¡Bendito sea lo que endurece! Yo no alabo el país donde corren abundantes la miel y la manteca. Para ver muchas cosas es necesario aprender a ver lejos de uno: este endurecimiento es necesario para todos los que escalan las montañas. Pero quien busca el conocimiento con ojos indiscretos, ¿cómo podría ver otra cosa que las ideas del primer plano? Mas tú, ¡oh Zaratustra!, tú quieres distinguir todas las razones y el fondo de las cosas: te es preciso, pues, pasar sobre ti mismo para ascender… ¡más allá, más alto, hasta que tus mismas estrellas queden por debajo de ti! Sí: ¡Mirar hacia abajo sobre mí mismo y sobre mis estrellas: sólo esto sería para mí la cumbre, esto sigue siendo para mí la última cumbre por escalar!

Friedrich Nietzsche (fragmento de El Caminante, en “Así hablaba Zaratustra”)