La soledad del 10

Esencialmente, el mejor del mundo. El mejor, en fútbol, un deporte esencialmente colectivo. En el Barcelona al mejor del mundo lo rodean jugadores superlativos, en constante movimiento, capaces de soltar un zapatazo en cualquier momento y listo, gol. Contra un equipo como el Barcelona las defensas tienden a fragmentarse, a perseguir sombras, a desconcentrarse, porque los objetivos de marca y atención son muchos. En un ambiente así, insertado dentro de este laboratorio futbolístico, el mejor del mundo puede jugar a eso, a ser el mejor.

¿Pero qué sucede cuando el mejor del mundo está atrapado dentro de un esquema estático que tiende a anularlo? Nada. Eso, se diluye en la nada. La defensa rival puede concentrarse mucho en él, porque los otros objetivos resultan relativamente estáticos. Para que el mejor del mundo asuma esas credenciales debe estar rodeado de jugadores que sepan jugar sin balón, prestos para el desmarque y la recepción, corredores infatigables. Si esa condición no se satisface, el mejor del mundo tratará de extralimitarse en funciones, extraviándose tácticamente, diluyéndose para gloria de los contrarios y bochorno de los propios.

Además, en el fútbol el aspecto psicológico adquiere fundamental importancia. Un jugador, el mejor o el peor, al sentir que sus esfuerzos resultan infructuosos, propenderá al desánimo o a la desconfianza en sí mismo, el peor de los tormentos.

Particularmente, confío en la increíble amistad entre el mejor del mundo y el balón. Ojalá que lo ayuden a jugar: el fútbol real, esencialmente, nace de lo colectivo, de la armonía entre los talentos.

Querido Barcelona

Así te quiero. Más. Ver jugar. Todavía hay mucho espacio para mejorar, y sin embargo, creo que estás aproximándote a lo que yo considero un nivel de juego suficiente para ganar la liga española. Aprovecho para confesar que en el juego previo de liga, en La Romareda, me aburrí a ratos. Es cierto, no es fácil jugar cuando un equipo trae el autobús y lo estaciona debajo del arco. Pero se trata del glorioso Barça, el equipo que hace del fútbol un arte altísimo, el mejor equipo del mundo. Debemos, por tanto, exigirte. Mucho. Más. Porque das más. Siempre. En el juego contra el Zaragoza te viste plano, previsible, quizás fastidiado -sin intención de ofender a nadie-. Apareció de nuevo el fantasma de no cerrar los partidos, fantasma que arrebató dos valiosos puntos en aquel partido contra el Mallorca. Este fantasma, en buena hora, comienza a recibir su exorcismo. Por cierto, en ese juego contra el Zaragoza me gustó el experimento con Dani Alves más adelantado. De todas formas, Dani Alves es un polifacético. Al igual que Maxwell. Me parece que incluso de porteros o delanteros rendirían.

Nunca he dudado de Villa. Se trata de un delantero élite, un depredador del área. El goleador histórico de la actual campeona del mundo. Era cuestión de paciencia. No es fácil acoplarse a un equipo como el Barcelona. Algunos se marchan sin lograrlo. Pero Villa tiene la capacidad necesaria para integrarse donde sea. Los superdotados como Villa saben leer los partidos y sus esquemas, y moverse dentro de aguas turbulentas en las cuales los mediocres se ahogarían sin remedio. El cambio es el ingrediente de la sorpresa. Los ajustes. Veamos por ejemplo a Messi, que ha pasado de insinuarse por la derecha en dirección hacia el centro del área (jugada clásica de él) para ir adoptando cada vez más características propias de un centrodelantero. Así que de ninguno dudo. Ni siquiera de Bojan, a pesar de que me exasperó el gol que desperdició a mitad de semana, en el juego contra el Ceuta; era más fácil meterla que botarla. Pero no dudo de Bojan. Son cuestiones de mala racha y nada más.

Por otro lado, cada vez que juega Xavi Hernández las cosas marchan a la perfección. El juego se torna más fluido, y los atacantes del Barcelona parecen arietes en asedio permanente. Es decisivo Xavi. Aquí y en la selección de España. Un crack.

Lo dijo el propio Manzano. El Barcelona juega a otra cosa. Todos creen que juegan a lo mismo que juega el Barça. Pero no. El Barça juega a otra cosa. Juega al fútbol. De verdad.