La orilla lejana

Celebramos el anuncio de ETA, imperfecto pero esencialmente esperanzador para todos. Lo celebraremos aún más el día que entreguen las armas y los explosivos. Hay un dolor que siempre sentirán los familiares de las víctimas, el País Vasco, España, Francia… por eso tendremos la celebración máxima el día en que éste y todos los grupos terroristas desaparezcan y sean sólo una cicatriz, el recuerdo de alguna pretérita locura y estupidez.

No hay que olvidar que ETA nace en una Francia y España muy violentas, ejemplo enésimo de que la violencia sólo genera más violencia. La violencia es una espiral que termina devorando su propia génesis, hasta sumir en caos total todo lo que alcanza, destruyendo por igual a ejecutores y ejecutados. El final de los Hussein, Bin Laden, Gadafi, etcétera, es otra confirmación del juego macabro y absurdo de la violencia.  El que siembra vientos cosecha tempestades. Por cierto, la cobertura mediática de estos hechos nos revela la barbarie que aún rige a la humanidad, la afición aparentemente irremediable por el morbo.

Tal parece que “el terrorismo” y “la lucha contra el terrorismo” son primos, hermanos o casi lo mismo; la serpiente que se muerde la cola. Afganistán, Irak, Libia, ¿Irán?, ¿Siria?, …  Estados ultra-capitalistas y ultra-derechistas justifican y promueven esta “violencia temporal”, esta agresión a otros estados, como un acto necesario para restaurar o extender la democracia. Qué irónico resulta recordar que fue precisamente Lenin uno de los promotores de esta idea de la “violencia temporal” para establecer el orden. Son más las similitudes que las diferencias entre los de la orilla izquierda y los de la orilla derecha: todos quieren ir a la misma fiesta, la diferencia es el disfraz que se ponen.

Algo sobre esta “expansión de la democracia” (la llamo así para seguir el juego): en el mundo actual ya es completamente imposible vivir aislado. Vivimos bajo una dictadura, no del o de los estados, sino de la interconexión. Prefiero llamarla interconexión y no comunicación, pues la comunicación es un proceso demasiado complejo e inteligente al que no todos tienen acceso. Ninguna nación (principalmente las naciones ricas en recursos como las de Oriente Medio) puede pretender la impermeabilidad de su cultura, de su lenguaje, de sus ritos, de su política, y últimamente, de sus recursos. Ya es imposible.

En relación con Oriente Medio, resulta difícil ser optimista en escenarios donde los triunfos que se celebran los ha concedido la violencia. El optimismo sin razones es sólo estupidez. Pero el pesimismo, con o sin razones, es siempre estupidez. Entonces sólo nos queda esperar, desear que los acontecimientos resulten de la mejor manera para los pueblos afectados. Apelaré a un optimismo de otra y más cierta naturaleza: mi fe en una humanidad más lúcida y amorosa, en un hombre que trascienda la bestia a la que aún estamos encadenados.

Para terminar, y regresando al País Vasco… está jugando mejor el Athletic 😀 Y cuando no juega bien la suerte y el árbitro se ponen de su parte, como ayer, con esos dos penales. Aupa Athletic, excepto cuando juegues contra el Barça 😀

One thought on “La orilla lejana”

  1. Querido amigo:

    Excelente entrada. Hay que tener esperanza en que ese final de ETA se produzca realmente pero, por experiencias de anuncios anteriore, tendremos que ser cautos aún y ver que entregan las armas y se disuelven efectivamente. Me ha gustado mucho tu artículo. Y la coda futbolera, jajaja. No sabía que mostrabas simpatías por los ‘leones’ del Athletic de Bilbao… Eres una caja de sorpresas 🙂

    Por cierto, muchas gracias por la recomendación: seguro que la película de Howl’s Moving Castle nos gustará a mi esposa y a mí.

    Abrazos

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