Werckmeister harmóniák

De Béla Tarr. 2000. (Las Armonías de Werckmeister). Werckmeister harmóniák habita mi catálogo de obras maestras. Algunas películas de ese catálogo, como Vozvrashcheniye, nos descubren su argumento y su propósito sin demasiado rubor. En contraste, la narración de Werckmeister harmóniák va desatando un pañuelo de seda, sin ninguna ansiedad, sin prisas, con todos los sentidos dedicados, para descubrir la joya defendida por la seda. El color de la joya no importa tanto. Blanco y negro. Importa, y mucho, el mundo distorsionado y concreto, alienado y propio, que refleja la joya. En dicho reflejo distinguimos formas familiares, movimientos repetidos y grabados en nuestra piel con fuego. Y sin embargo, hay algo extraño en esas formas, una atrocidad que ignorábamos (o preferíamos y preferimos ignorar). No puede dejar de sentirse vergüenza, como si de pronto nos hubiesen desnudado en una plaza y todos nos señalaran. Pero más que señalarnos a nosotros, señalan a nuestros monstruos, que también están desnudos. Es imposible ocultar nuestros monstruos al contemplar Werckmeister harmóniák.

La película puede resultar de muy difícil acceso, como una damisela reacia a conceder sus favores. Pero no me parece críptica. La primera escena, en el bar, nos revela sin excesivos preámbulos la cadencia, las manías del director, el surrealismo, la longitud de las tomas, las alegorías. Esta primera escena, donde Valuska (personaje principal – narrador – agente – víctima) intenta una representación del sistema solar, de las armonías astrales, me parece una alegoría a cierta convicción de Andreas Werckmeister: hay una relación entre el contrapunto y la armonía planetaria, relación perfecta y decididamente derivada de Dios. Resulta interesante la apreciación de que muchas mentes brillantes (Werckmeister, Bach, Kepler, Leibniz, etc.) encuentran maravillosa la repetición o reaparición de estructuras y leyes en distintos contextos de la Naturaleza. Estructuras y leyes de la Música encuentran correspondencia en la Astronomía, por ejemplo. Esta reaparición de relaciones en otros ámbitos los conduce a pensar en una gran ley universal, que lo rige y lo describe todo, y a esta Gran Ley suelen llamarla Dios. Así, por ejemplo, en las leyes del Cálculo Infinitesimal Leibniz creía percibir la manifestación de la Providencia (no olvidemos tampoco que para la filosofía de Leibniz la armonía o convergencia de las mónadas es una de las formas de actuación de Dios). La prevalencia de las armonías, por tanto, no es un tema ajeno a la filosofía occidental, ni al desarrollo de esta película. Recordemos también el inicio de uno de mis cuentos predilectos, el Tema del Traidor y del Héroe, de Borges: “Bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornador de elegantes misterios) y del consejero áulico Leibniz (que inventó la armonía preestablecida), he imaginado este argumento, que escribiré tal vez y que ya de algún modo me justifica, en las tardes inútiles.”

Werckmeister harmóniák es una película húngara, y se desarrolla en lo que parece ser algún pueblo de la estepa húngara. El pueblo se encuentra agitado, hay una sensación de crisis, más o menos definida por dos o tres causas específicas. Pero lo específico es menos interesante que la forma en que la película crea la angustia de la crisis. Tomas como la de la imagen superior, con la cámara siguiendo a Valuska a través de la soledad nocturna del pueblo constituyen una invitación al horror. A un horror que se anticipa, pero cuya ejecución y ejecutante aún no están claros. Es un horror que, al final de la película, tiene un sabor parecido al de las narraciones de Shirley Jackson, particularmente su relato The Lottery.

Uno de los elementos de la crisis es la llegada al pueblo de una exhibición ambulante, cuyo principal atractivo es el cadáver de una ballena. Las ballenas ejercen sobre los hombres un influjo especial, una fascinante mezcla de temor y admiración que Melville describió insuperablemente. Pero también se anuncia la aparición pública de una misteriosa figura, el Príncipe, figura que el guión asocia con la maldad pura. Una figura con ecos de genocidio, de brutalidad extrema, de intolerancia, de clasismo. El Príncipe es una figura que ha plagado la historia universal.

Además de ser el personaje principal de la película, Valuska es también el personaje más vulnerable. Es, quizás sin saberlo, agente de su propia destrucción. En el momento en que las manifestaciones inician se establece en Werckmeister harmóniák, irrefutable, el carácter de tratado sociológico en celuloide. Las escenas finales resultan muy impactantes, sobre todo por esta carga sociológica, que desnuda y señala a nuestros monstruos. Por ejemplo, hay una escena inolvidable, que muestra a un viejo desamparado frente a la violencia de los manifestantes. Esa escena, por sí sola, convierte a Werckmeister harmóniák en una obra de arte.




Sí, decididamente, una obra de arte, un sueño en blanco y negro.