Azul, Azul

Una de tantas playas de mi tierra

Hace unos días le comentaba a mi mamá sobre el Repertorio Poético Hispanoamericano, una genial iniciativa de Alejandro Morales-Loaiza, y además, un proyecto imperdible y de visita totalmente recomendable.  Algunas semanas atrás, había sugerido yo la inclusión de un poema de Bécquer que me ha gustado desde niño, la “Rima LXI”. Mi mamá me pidió que consultara con Alejandro la posibilidad de que se incluyera en el repertorio un poema que ella estima mucho, del cumanés Cruz Salmerón Acosta.  Se trata de “Azul”, una preciosura de poema; dos cuartetos y dos tercetos, con versos endecasílabos: un soneto.  Además, Alejandro lo ha grabado, y el resultado final es impecable, solemne, emotivo.

Leerlo y escucharlo aquí: Azul.

The boy is back in town

El muchacho tenía varios días sin escribir aquí. Estaba de viaje.  El mundo es un lugar maravilloso, a pesar de los telediarios. Pero al regresar, como suele suceder, se encuentra uno con multitud de compromisos, perfectamente apilados, expectantes y urgentes. Hoy, justamente, he cumplido con el más perentorio de dichos compromisos, por lo cual me concedo una pequeña licencia para pasar por aquí. Algunas novedades:

  • Hace algunos días recibí las notificaciones de aceptación para unos cuentos míos: “Un lunes cualquiera” y “Una Jaula” aparecerán en los venideros ejemplares de las revistas Narrativas y Mandeb, respectivamente.
  • Aquí en mi casa, curioseando en un estante relativamente olvidado encontré dos LP fantásticos, uno de Raphael y otro de Nino Bravo. Los adquirió mi mamá hace muchos años, y después de cumplir con su propósito de divertimento en aquellas décadas, los discos habían quedado relegados al polvo. La música de estos dos artistas españoles me fascina, así que le dedicaré un post a estos discos en cuanto tenga más tiempo.
  • Hablando de discos… el “manolenta” Eric Clapton ha publicado un sensacional disco de blues. Su interpretación de Autumn Leaves es magistral.
  • Las esperas de los aeropuertos me han servido para escribir poesía. O mejor dicho, para transformar chispazos de lucidez en versos sueltos. Pero aún falta la amalgama que convierta en poemas esos botes a la deriva.
  • Hace rato que llueve abundantemente en varias partes de Venezuela.
  • En Margarita, este 8 de Septiembre, se celebró el día de la Patrona de Oriente, la Virgen del Valle. Mi pueblo, su gente, su fe.
  • Uuuuhhh… El Barcelona perdió con el Hércules 2-0 en el Camp Nou. No me esperaba eso. Pero gloria al vencedor y honor al vencido. Me gustó el despliegue del equipo de Alicante.
  • Tampoco he tenido tiempo para pasar por mis blogs favoritos. Y hay muchos correos electrónicos que aún debo contestar. Y hay muchas amistades que debo visitar. Todo con calma.

Agua besando la tierra

Por fin, la lluvia. Muchos meses transcurrieron desde la última vez que la sentí, o más precisamente, que la escuché, porque mientras escribo me llega el golpeteo de las gotas contra los paños de cemento, en el tan cercano y tan distante “allá afuera”. Y con la lluvia aparece esa tenue simulación de frío, de suave ventisca que viene a refrescar hojas, tallos y pieles agrietadas por tantos meses de exclusivo sol. Puede, y sólo “puede”, que si la lluvia demuestra seriedad en sus intenciones, mi mamá prepare algo de chocolate caliente para la noche. El chocolate caliente para las noches frías, otra de esas cosas que hace rato se extraviaron por culpa del clima. O tal vez se extraviaron por culpa de otras rutinas reemplazantes, no lo recuerdo ahora o no quisiera recordar.

Con la lluvia viene la alegría de algunos pocos, los conjuros anti-pluviales de algunos muchos, el croar de las ranas, los luceros con el brillo renovado y el fango en las llantas y las llantas en el fango. En dos o tres días se anunciarán los mosquitos y los matamosquitos. Ah, ¿y cómo no anticipar a los perros llenos de charco y bichos raros en el lomo? Si el clima cambia, el cabello se me enroscará más y más rápido, también. Pero no importa, porque quizás preparan algo de chocolate.

Aunque ahora no la escucho. Me gustaría que esté recogiéndose para embestirnos con más fuerza. Que no se vaya. Porque si se va, el calor regresará, y regresará enojado, a castigarnos por haber sido infieles durante media hora y haber celebrado su partida. Y no habrá chocolate. Y ahora suena Marco Antonio Solís en la radio de mi mamá: “Yo te debo tanto, tanto amor que ahora, te regalo mi resignación…”

Lo importante de todo esto es que, si hacen el chocolate, guardaré un poco para Lucía.