Vasilisa the Beautiful

Vasilisa (Ilustración de Iván Bilibin).

Hoy leí Vasilisa the Beautiful, un cuento popular ruso. Excelente, me gustó. Puede leerse aquí y una versión ligeramente distinta y más simple aquí. El camino hasta el cuento partió del encuentro casual con una ilustración de la bruja llamada Baba Yaga. Posteriormente, tratando de informarme más sobre esta bruja que desconocía llegué a este cuento del cual Baba Yaga es un personaje importante. Creo que el cuento apareció compilado por primera vez en el libro Russian Fairy Tails, una compilación de cuentos rusos realizada por Alexander Afanasyev. Es una historia muy buena, un cuento de hadas, una especie de cenicienta rusa. Fiel a varios estereotipos, encontramos en este cuento a la protagonista bella, virtuosa, querida, y también a la madrastra y hermanastras perversas. A la maldad de éstas sumemos el horror del bosque y sus personajes siniestros, principalmente originado en la bruja Baba Yaga. La atmósfera del cuento en cierto punto se inunda de las corrientes frías y aterradoras tan típicas de muchos cuentos  infantiles… corrientes del terror que con frecuencia me han hecho pensar que esos cuentos infantiles de infantiles tienen poco. Además de estos terrores, en varios pasajes se nota que Afanasyev no ha olvidado al lector adulto al momento de presentar la historia: el cuento incorpora metáforas complejas, descripciones rurales, esbozos agudos del tema premio-castigo.

Hay una parte del relato que quiero destacar, parte de una charla entre Vasilisa y Baba Yaga:

“I spoke not,” Vasilissa answered, “because I dared not. But if thou wilt allow me, grandmother, I wish to ask thee some questions.”

“Well,” said the old witch, “only remember that every question does not lead to good. If thou knowest overmuch, thou wilt grow old too soon. What wilt thou ask?”

Relación interesante entre knowing y growing old. Porque conocimiento significa poder, pero también antigüedad. Juventud, poder, sabiduría; tesoros no necesariamente compatibles.

Mayo

Salió un zagal con su pastora bella,
con un ¡ay!, con un ¡eh!, con un ¡ay!, ¡qué placer!
Los trigos a pisar con leve huella,
En el mes de las flores, el dulce mes de amores,
Cuando las aves cantan sin desmayo:
Es grato al pecho amante el mes de mayo.

Como Gustéis (canto en Escena III), Shakespeare.

Mayo, los 30 años, j’ai pas le temps d’avoir trente ans, primer aniversario del blog, los regalos maravillosos, las comedias de Shakespeare, la liga azulgrana, y la inesperada llegada de un libro que anhelaba desde mis años en el liceo. Y el trabajo, en volúmenes indiscretos pero apacibles, desafiantes pero para mi entera complacencia. El trabajo y el fútbol han consumido muchos de mis espacios en estas semanas previas. Debo sobre todo al Barcelona y al Real Madrid la ingesta de algunas calorías imprevistas, y el nacimiento de numerosos análisis y expresiones decentemente impublicables. Emociones pero y sobre todo; esperaba más aunque; tacaño el juego a veces; en fin. La vida, más allá de las fronteras personales, parece conservar las mismas alas y las mismas piedras. La vida sigue igual (Julio Iglexias dixit), al menos en la superficie del agua, hasta donde el vapor de los cañones permite la intrusión de las miradas. No veo que haya cesado la rencorosa envidia que carcome al Occidente, no veo la sublimación del hombre a través de su propio ideal de humanidad, no es el hambre punzante sólo un recuerdo, sigue lloviendo sobre mojado en Oriente Medio, en América Latina, en el Norte que es o quiere ser todos los puntos cardinales. Comentando sobre Oriente Medio, particularmente prefiero ser cauto; creo que somos muy apresurados en nuestras evaluaciones de los “cambios”: remueven a una élite del poder y se pasa a un júbilo merecido pero que tal vez soslaya la certidumbre de que con frecuencia esas élites han alcanzado el poder por movimientos que, salvando las distancias históricas, equivalen a ésos que ahora mismo las deponen. Y ese ciclo de recambio de las élites y pervivencia del conflicto ha subsistido durante siglos y siglos. Es probable que tengan que pasar varios años antes de poder juzgar con propiedad si realmente un movimiento popular ha producido un cambio real y significativo en el sistema. Muchas veces sólo se le cambia el disfraz, pero sigue siendo la misma bestia. Y es en esta turbulencia (esencial y propia de los sistemas dinámicos como éste por cuyos hilos fluyen nuestras vidas) donde todo sigue igual.

Pero, cuando los peros son afortunados y bienvenidos, está y estará la fe. Habla por un pueblo, y por la humanidad toda, su fe. Por encima de las chimeneas industriales y las balaceras del progreso, por encima de las máscaras y de los cipreses resquebrajados por los grises cristales de hidrocarburos, está la fe. La fe en la vida, en querer alcanzar una humanidad esquiva pero posible. La fe, que es lo que más me informa sobre la naturaleza humana. La fe, revestida de sonrisa infantil, de mirada brillante, de labios altivos, de manos y sienes surcadas por la sabiduría. Y es a esta fe a lo que encomiendo mi fe.

No todo es fútbol. Está también, gracias a Dios, Shakespeare (y resulta muy pertinente recordar the Kafkian appeal). Francamente me gusta más Noche de Reyes que Como Gustéis, que La Tempestad e incluso más que el Mercader de Venecia. Además del Barça y de Shakespeare, vivimos la alegría de un libro nuevo, esperado durante años, con el cual me encontré (como presentía que iba a suceder) por pura casualidad. Un libro que me encanta, y cuya lectura a los 14 años fue una grandísima fortuna. Pero otro día hablaré de él.