Entre actores y niños

A medida que el sistema educativo divide el conocimiento de manera artificial en diversos compartimentos-estanco y se aparta de la generalidad del conocimiento, la educación se va haciendo más monótona y se va especializando, hasta que se llega al resbaladizo terreno de las “vocaciones” en las que hay que pensar en carreras, profesiones y oficios. La principal profesión del hombre debe ser la de existir como un ser humano, siendo todas las demás actividades en las que se pueda ver envuelto circunstanciales y accidentales. Cualquier actividad humana sin una amplia base filosófica y científica, resulta ser como dice McLuhan, “una receta infalible para crear disgusto por cualquier tipo de actividad humana, no importa cuán interesante sea”. Las diversas profesiones, carreras y oficios nos hacen desempeñar diversos papeles, como si fuéramos actores, en el teatro de la vida. Cuando un joven elige una carrera se está limitando como ser humano. En relación a esto y citando a Saint-Exupéry, nos dice con gran acierto también McLuhan: “Los adultos no son gente en realidad. Son, como Saint-Exupéry lo dijo tan encantadoramente en El Principito, reyes, generales, hombres de negocios, geógrafos. Dado que están trazados y circunscritos por los papeles que desempeñan, actúan en formas limitadas, repetitivas y son, en palabra de El Principito, ‘ciertamente muy extraños’. Los niños son niños, o sea, gente completa. Si aprendemos bien de ellos tal vez nos ayuden a los maestros, jefes, taquígrafos, doctores, maquinistas, reyes, generales y escritores, a ser gente completa.”

Eduardo Césarman. Hombre y Entropía (1974).

Mas Jesús les dijo: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos.

Mateo 19:14

A propósito del Cuerno de África

La gran mayoría de los seres humanos, los que viven en los segmentos más entrópicos del sistema-sociedad, son los más desdichados. Éstos, por falta de energía y de las estructuras adecuadas para aprovecharla -ya sea de manera individual o colectiva- se hunden en la fatiga, la indiferencia, la insalubridad, la enfermedad prematura, el hambre, la ignorancia y el hacinamiento, víctimas de la demagogia y la violencia, rodeados de una persistente inequidad, prácticamente integrados, incorporados y equilibrados con el caos y el desorden, arrastrados prematuramente por la tendencia del universo -del cual son parte- a la estabilidad y la entropía.

Eduardo Césarman (párrafo final de Hombre y Entropía (1974))