Celeste como el cielo

Uruguay, el Gran Campeón de América

Algunos creen que para un equipo de fútbol bastan uno o dos superdotados, encomendando el juego a ocasionales momentos de lucidez de tales genios solitarios. Otros, acaso los más extraviados, creen en el monoteísmo del fútbol, la inflexibilidad del juego, la dictadura del esquema único: que todos deben jugar como el Barcelona actual, o como el Brasil del 70, o como la Holanda del 74, o como el que se les antoje. El fútbol, como juego, admite infinidad de aproximaciones, y para disfrutar del fútbol hay que apreciar las aristas, los detalles de las jugadas, las intenciones, los descuidos. Es un deporte riquísimo, y los caminos para la victoria son muchos. El camino de Uruguay florece en orden táctico, en no dar una pelota por perdida, en marcaje fuerte, en proyección de los laterales, en presión de los atacantes (inmensos Forlán y Suárez en esta labor durante todo el torneo), y sobre todo, en la fe en el grupo. Creo que es el mayor éxito del maestro Tabárez: la formación y consolidación del grupo. Y además, lo renueva. Todavía me acuerdo del error de Coates con el Bolso en la Libertadores hace dos años: error de jovencito inexperimentado. Pero hoy mantuvo el nivel de toda la Copa: parecía un general de mil batallas. ¡Y mira que Uruguay no pudo contar con el aporte de grandes como Fucile, Cavani y Godín! Uruguay tiene un proyecto, fue fiel a ese proyecto, y está recolectando los frutos de la perseverancia.

Algunos se maravillan por “el regreso de Uruguay”. ¡Pero si Uruguay nunca se ha ido! La Copa América pasada, en Venezuela, pudieron haberla ganado: muy poco les faltó para llegar a la final. ¿Y el equipo uruguayo del pasado mundial sub-20? En venezolano, ese equipo sub-20 era un trabuco. Uruguay siempre está, es eterno. Sólo que a veces las cosas no se dan, pero siempre están. Y bajo la égida de Tabárez, los jugadores celestes de esta generación saben llevar el peso de una camiseta que es historia pura del fútbol. ¿A usted le gusta el fútbol? Entonces, sin duda, ama a Uruguay.

Esa garra charrúa que en mi mente representa como nadie Varela, el Negro Jefe, late en estos campeones de hoy. En mi país somos duros: el futuro lo dirá. Sí, maestro. Uruguay, el mejor.

La Espera

Venezuela a semifinales de la Copa América (Argentina 2011)

Desde chiquito viendo a la selección… perder. Venezuela nunca apareció asociada a los resultados positivos en el fútbol. Prácticamente no existía aquí la cultura del fútbol, y era muy bajo el porcentaje de gente que seguía los juegos de la selección. Total, nuestra selección era la única de Suramérica con una garantía inflexible: la derrota. La victoria de esta noche, ese 2-1 contra Chile, nos coloca por primera vez en semifinales de una Copa América. Las cosas han cambiado mucho, para bien.

Que el rival de esta noche haya sido Chile me trae especiales recuerdos. No olvido un partido por las eliminatorias suramericanas para el mundial de Francia 98, por allá en el lejano 1996. Precisamente nos visitaba Chile, en Barinas. Mi evocación es clara. Era el Chile de Zamorano, Salas, Tapia… era la Venezuela de Stalin Rivas, Tortolero, Dudamel, Castellín. Relataba Lázaro Candal. Inesperadamente, comenzamos ganando con un gol de Diony Guerra. Y el marcador se mantuvo así, hasta el minuto 90. Ah, pero era la pobre Venezuela quien estaba ganando, y ¿qué era Venezuela? Eran los puntos que se llevaban automáticamente todas las otras selecciones suramericanas. Entonces el árbitro, presto a corregir entuertos, extendió el tiempo por varios minutos, tantos como hicieron falta para que el visitante empatara. Supongo que arbitrar una victoria venezolana en aquel tiempo significaba una deshonra.

Pero esta noche la historia es otra, y me permito celebrar con mis recuerdos, relajarlos. La meta es Brasil 2014. Felicitaciones a nuestra selección, honor al vencido, y gracias a ambos.

La soledad del 10

Esencialmente, el mejor del mundo. El mejor, en fútbol, un deporte esencialmente colectivo. En el Barcelona al mejor del mundo lo rodean jugadores superlativos, en constante movimiento, capaces de soltar un zapatazo en cualquier momento y listo, gol. Contra un equipo como el Barcelona las defensas tienden a fragmentarse, a perseguir sombras, a desconcentrarse, porque los objetivos de marca y atención son muchos. En un ambiente así, insertado dentro de este laboratorio futbolístico, el mejor del mundo puede jugar a eso, a ser el mejor.

¿Pero qué sucede cuando el mejor del mundo está atrapado dentro de un esquema estático que tiende a anularlo? Nada. Eso, se diluye en la nada. La defensa rival puede concentrarse mucho en él, porque los otros objetivos resultan relativamente estáticos. Para que el mejor del mundo asuma esas credenciales debe estar rodeado de jugadores que sepan jugar sin balón, prestos para el desmarque y la recepción, corredores infatigables. Si esa condición no se satisface, el mejor del mundo tratará de extralimitarse en funciones, extraviándose tácticamente, diluyéndose para gloria de los contrarios y bochorno de los propios.

Además, en el fútbol el aspecto psicológico adquiere fundamental importancia. Un jugador, el mejor o el peor, al sentir que sus esfuerzos resultan infructuosos, propenderá al desánimo o a la desconfianza en sí mismo, el peor de los tormentos.

Particularmente, confío en la increíble amistad entre el mejor del mundo y el balón. Ojalá que lo ayuden a jugar: el fútbol real, esencialmente, nace de lo colectivo, de la armonía entre los talentos.