Milonga para una niña

Hoy estaba escuchando al gran Alfredo Zitarrosa. Milonga de ojos dorados fue uno de los discos que escuché. Este disco, editado en México en 1979, incluye uno de mis temas favoritos, Milonga para una niña. Por cierto, nació Zitarrosa en Montevideo, un 10 de Marzo de 1936, por lo que hace 10 días se cumplieron 75 años de su nacimiento. La letra de Milonga para una niña, con unas notas muy interesantes, puede encontrarse en la excelente página Cancioneros, aquí. Hermosísimo tema.

Buscando detectives

Ayer, sólo por contrariar premoniciones nacidas de la experiencia, visité dos librerías de acá en búsqueda de un libro que no iba a encontrar. “Contrariar” no es la palabra apropiada, mejor “confirmar”. El libro en cuestión es Trece Detectives, de G. K. Chesterton. Me enteré de este libro al leer una presentación del mismo en el blog de la Sociedad Chestertoniana de España. Las reseñas de Fran siempre despiertan una inmediata avidez de lectura, y tal fue el caso con su presentación de  Trece Detectives. Es un libro escrito por un genio, y abordando temas que me gustan: misterio, detectives. Total, anoté los datos del caso: Trece Detectives, Editorial Montesinos, 2009, Algún lugar de España, y fui a buscarlo y a no encontrarlo.

De las que me quedan cerca, visité las dos mejores. Inicié con la librería donde me he topado con ejemplares relativamente difíciles, como La Historia del Cine por Román Gubern. Aunque es pequeña, su vitrina no sucumbe a lo esperado. Sólo reconocí un título de Stieg Larsson, autor omnipresente en las vidrieras de estos días, y el volumen de Todo Mafalda. Los demás títulos, aunque sin interés para mí, aunque con evidente aspecto mainstream, por lo menos me resultaban desconocidos. En esa primera librería, sin embargo, no había nada de Chesterton. Entonces, ni contrariado ni confirmado, me entregué a una de mis mayores aficiones: deambular entre los títulos. Puedo siempre inventar algún motivo para visitar librerías, como ahora, que hablo de contrariedades y experiencias y confirmaciones y sin embargo yo sé que voy a una librería simple y puramente porque me gustan porque soy un bibliófilo de toda la vida y punto y deja de armar excusas que a nadie convencen. Mientras yo navegaba en el limbo de los títulos, apareció mi mamá con un volumen de Borges que yo quería y al cual había renunciado hace tiempo. Virtudes de las madres, que encuentran las cosas que los hijos quieren, a veces sin que éstos sepan realmente que las quieren. Por lo menos ese volumen de Borges salvaba la visita. En un descuido, en un error, mis ojos se encontraron con el libro de un laureadísimo escritor que no me gusta, y por llevar la contraria, mi pensamiento acudió a algún autor que me gustara… lo que vino a mi mente fue el poema de Alejandra Pizarnik que publiqué hace poco, los Caminos del espejo. Entonces pregunté por algún libro de Pizarnik. ¿Cómo se escribe? P-i-z-a-r-n-i-k. ¿Y qué busca específicamente? Nada específico, cualquier cosa. Tenemos algo de Pizarnik, sí, aquí dice el sistema que tenemos algo, pero está en depósito, déjenos su teléfono que nosotros buscamos el libro en depósito y le enviamos un SMS cuando lo traigamos a la librería. Bueno (y sé que lo van a olvidar y no me van a enviar ningún SMS).

La segunda librería está ubicada en otro centro comercial, más agradable, más caro. Allí la vidriera suele ser temática. A veces está dedicada a cine, a veces a música, a veces a algo que no me importa y no recuerdo, como sucedió ayer. Al entrar, los primeros libros, como ordena la buena lógica comercial, son los que más se venden. Niños magos gastados, vampiros edulcorados y con traumas de pendejos, Stieg Larsson otra vez, biografías de cantantes y actrices que nunca me han hecho mucha gracia. Viene la muchacha y le pregunto si tienen “algo” de Chesterton. Digo “algo”, porque preguntar específicamente por Trece Detectives, un libro que no vas a conseguir, suena presuntuoso o estúpido. ¿Cómo se escribe? C-h-e-s-t-e-r-t-o-n. Ah, se escribe como suena. Sí. Tenemos algunos, los voy a buscar. Y ya que está buscando, ¿tienen una antología de Miguel Hernández? Miguel Hernández, Miguel Hernández, a ver, no, no tenemos nada. Bueno, búsqueme los dos de Chesterton a ver si me gusta alguno y me lo llevo. La muchacha se pierde un rato y reaparece con dos libritos de Chesterton, uno delgadísimo y no escrito por Chesterton, citas de alguna gente tratando sobre Chesterton y su obra. No me interesa. El otro, mejor. El candor del Padre Brown. Éste me lo llevo. Muy pertinente, más al recordar que la reseña de Trece Detectives escrita por Fran inicia: “En 2011 cumple sus cien primeros años el agudo y entrañable Padre Brown…” Perfecto, celebremos el centenario leyendo historias del Padre Brown.

De salida, me encontré con el libro de Umberto Eco y Jean-Claude Carrière, Nadie acabará con los libros. No sé bien de qué va, pero el título para mí es fascinante, y más si consideramos que estos días el fin de los libros de papel, Kindle, Nook, son temas que han estado presentes en mis conversaciones y consultas a maestros y amigos. Me lo llevo. No encontré los Trece Detectives pero con esto y mi actual lectura de Saramago tengo suficiente para varios días.

Y bueno, anoche, comenzando la noche, me llegó el SMS. Doctor, tenemos el libro de Pizarnik. Ah, muchas gracias, pasaré buscándolo.

Génesis Ideológico

Mil veces la experiencia ha demostrado, incluso en personas no particularmente dadas a la reflexión, que la mejor manera de llegar a una buena idea es ir dejando que fluya el pensamiento al sabor de sus propios azares e inclinaciones, pero vigilándolo con una atención que conviene que parezca distraída, como si se estuviera pensando en otra cosa, y de repente salta uno sobre el inadvertido hallazgo como un tigre sobre la presa.

José Saramago (El Evangelio según Jesucristo)

 

Caminos del espejo

Autora: Alejandra Pizarnik

I
Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.

II
Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde
filoso de la noche.

III
Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.

IV
Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.

V
Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda, el ramo que abandona
el viento en el umbral.

VI
Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.

VII
La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los alimentos fríos.

VIII
Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.

IX
Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.

X
Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvidé.
Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro.

XI
Al negro sol del silencio las palabras se doraban.

XII
Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola.
Hay alguien aquí que tiembla.

XIII
Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba yo?
Deseaba un silencio perfecto.
Por eso hablo.

XIV
La noche tiene la forma de un grito de lobo.

XV
Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy.
Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento.

XVI
Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba
no vi otra cosa que a mí misma.

XVII
Algo caía en el silencio. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.

XVIII
Flores amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.

XIX
Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra
la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo,
he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz.


Nota: Brillante. ¿No es infinito lo de “Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.”?

Werckmeister harmóniák

De Béla Tarr. 2000. (Las Armonías de Werckmeister). Werckmeister harmóniák habita mi catálogo de obras maestras. Algunas películas de ese catálogo, como Vozvrashcheniye, nos descubren su argumento y su propósito sin demasiado rubor. En contraste, la narración de Werckmeister harmóniák va desatando un pañuelo de seda, sin ninguna ansiedad, sin prisas, con todos los sentidos dedicados, para descubrir la joya defendida por la seda. El color de la joya no importa tanto. Blanco y negro. Importa, y mucho, el mundo distorsionado y concreto, alienado y propio, que refleja la joya. En dicho reflejo distinguimos formas familiares, movimientos repetidos y grabados en nuestra piel con fuego. Y sin embargo, hay algo extraño en esas formas, una atrocidad que ignorábamos (o preferíamos y preferimos ignorar). No puede dejar de sentirse vergüenza, como si de pronto nos hubiesen desnudado en una plaza y todos nos señalaran. Pero más que señalarnos a nosotros, señalan a nuestros monstruos, que también están desnudos. Es imposible ocultar nuestros monstruos al contemplar Werckmeister harmóniák.

La película puede resultar de muy difícil acceso, como una damisela reacia a conceder sus favores. Pero no me parece críptica. La primera escena, en el bar, nos revela sin excesivos preámbulos la cadencia, las manías del director, el surrealismo, la longitud de las tomas, las alegorías. Esta primera escena, donde Valuska (personaje principal – narrador – agente – víctima) intenta una representación del sistema solar, de las armonías astrales, me parece una alegoría a cierta convicción de Andreas Werckmeister: hay una relación entre el contrapunto y la armonía planetaria, relación perfecta y decididamente derivada de Dios. Resulta interesante la apreciación de que muchas mentes brillantes (Werckmeister, Bach, Kepler, Leibniz, etc.) encuentran maravillosa la repetición o reaparición de estructuras y leyes en distintos contextos de la Naturaleza. Estructuras y leyes de la Música encuentran correspondencia en la Astronomía, por ejemplo. Esta reaparición de relaciones en otros ámbitos los conduce a pensar en una gran ley universal, que lo rige y lo describe todo, y a esta Gran Ley suelen llamarla Dios. Así, por ejemplo, en las leyes del Cálculo Infinitesimal Leibniz creía percibir la manifestación de la Providencia (no olvidemos tampoco que para la filosofía de Leibniz la armonía o convergencia de las mónadas es una de las formas de actuación de Dios). La prevalencia de las armonías, por tanto, no es un tema ajeno a la filosofía occidental, ni al desarrollo de esta película. Recordemos también el inicio de uno de mis cuentos predilectos, el Tema del Traidor y del Héroe, de Borges: “Bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornador de elegantes misterios) y del consejero áulico Leibniz (que inventó la armonía preestablecida), he imaginado este argumento, que escribiré tal vez y que ya de algún modo me justifica, en las tardes inútiles.”

Werckmeister harmóniák es una película húngara, y se desarrolla en lo que parece ser algún pueblo de la estepa húngara. El pueblo se encuentra agitado, hay una sensación de crisis, más o menos definida por dos o tres causas específicas. Pero lo específico es menos interesante que la forma en que la película crea la angustia de la crisis. Tomas como la de la imagen superior, con la cámara siguiendo a Valuska a través de la soledad nocturna del pueblo constituyen una invitación al horror. A un horror que se anticipa, pero cuya ejecución y ejecutante aún no están claros. Es un horror que, al final de la película, tiene un sabor parecido al de las narraciones de Shirley Jackson, particularmente su relato The Lottery.

Uno de los elementos de la crisis es la llegada al pueblo de una exhibición ambulante, cuyo principal atractivo es el cadáver de una ballena. Las ballenas ejercen sobre los hombres un influjo especial, una fascinante mezcla de temor y admiración que Melville describió insuperablemente. Pero también se anuncia la aparición pública de una misteriosa figura, el Príncipe, figura que el guión asocia con la maldad pura. Una figura con ecos de genocidio, de brutalidad extrema, de intolerancia, de clasismo. El Príncipe es una figura que ha plagado la historia universal.

Además de ser el personaje principal de la película, Valuska es también el personaje más vulnerable. Es, quizás sin saberlo, agente de su propia destrucción. En el momento en que las manifestaciones inician se establece en Werckmeister harmóniák, irrefutable, el carácter de tratado sociológico en celuloide. Las escenas finales resultan muy impactantes, sobre todo por esta carga sociológica, que desnuda y señala a nuestros monstruos. Por ejemplo, hay una escena inolvidable, que muestra a un viejo desamparado frente a la violencia de los manifestantes. Esa escena, por sí sola, convierte a Werckmeister harmóniák en una obra de arte.




Sí, decididamente, una obra de arte, un sueño en blanco y negro.

La más horrible variante de la soledad

Esta mañana estuve hablando con dos miembros del Directorio. Cosas sin mayor importancia, pero que alcanzaron, sin embargo, para hacerme entender que sienten por mí un amable, comprensivo desprecio. Imagino que ellos, cuando se repantigan en los mullidos sillones de la sala del Directorio, se deben sentir casi omnipotentes, por lo menos tan cerca del Olimpo como puede llegar a sentirse un alma sórdida y oscura. Han llegado al máximo. Para un futbolista, el máximo significa llegar un día a integrar el combinado nacional; para un místico, comunicarse alguna vez con su Dios; para un sentimental, hallar en alguna ocasión en otro ser el verdadero eco de sus sentimientos. Para esta pobre gente, en cambio, el máximo es llegar a sentarse en los butacones directoriales, experimentar la sensación (que para otros sería tan incómoda) de que algunos destinos están en sus manos, hacerse la ilusión de que resuelven, de que disponen, de que son alguien. Hoy, sin embargo, cuando yo los miraba, no podía hallarles en la cara de Alguien sino de Algo. Me parecen Cosas, no Personas. Pero ¿qué les pareceré yo? Un imbécil, un incapaz, o una piltrafa que se atrevió a rechazar una oferta del Olimpo. Una vez, hace muchos años, le oí decir al más viejo de ellos: “El gran error de algunos hombres de comercio es tratar a sus empleados como si fueran seres humanos.” Nunca me olvidé ni me olvidaré de esa frasecita, sencillamente porque no la puedo perdonar. No sólo en mi nombre, sino en nombre de todo el género humano. Ahora siento la fuerte tentación de dar vuelta la frase y pensar: “El gran error de algunos empleados es tratar a sus patrones como si fueran personas.” Pero me resisto a esa tentación. Son personas. No lo parecen, pero son. Y personas dignas de una odiosa piedad, de las más infamante de las piedades, porque la verdad es que se forman una cáscara de orgullo, un repugnante empaque, una sólida hipocresía, pero en el fondo son huecos. Asquerosos y huecos. Y padecen la más horrible variante de la soledad: la soledad del que ni siquiera se tiene a sí mismo.

Mario Benedetti (entrada del Sábado 17 de agosto, en “La Tregua”)

 

Jouer avec le feu

Quelques faits semblent établis. Les auteurs de ce virus ont disposé de temps (environ dix « années-ingénieur » de travail) et de connaissances rares. « L’analyse de son code indique clairement que Stuxnet n’a pas pour but d’envoyer un message ou de démontrer un concept, écrit Langner. Il s’agit de détruire [des] cibles. »

Cyber-attaque contre Téhéran (article par Philippe Rivièr,
dans Le Monde Diplomatique, Paris, mars 2011, p. 10)

 


Note: Il est vraiment important, mais Stuxnet est un ver, pas un virus.