Love in the suburbs

Entre ayer y hoy me he dedicado a escuchar el nuevo disco de Arcade Fire: The Suburbs. El disco, en mi opinión, es uno de los mejores del año (un 2010 lleno de buenos discos, como el High Violet de The National, por poner un solo ejemplo). Para aquellos amantes del buen rock que compran sus CDs, The Suburbs me parece imprescindible.

Arcade Fire's The Suburbs

Todos los temas son muy buenos; no hay “rellenos” ni composiciones aburridas. Para quienes temían que Arcade Fire se repitiera con este disco: vayan en paz. The Suburbs se aparta en buena medida del sonido de Funeral (2004) y Neon Bible (2007), pero sin renunciar por completo a la esencia melancólica de las canciones de Arcade Fire. Por ejemplo, el tema que comparte título con el álbum, The Suburbs, ofrece unas melodías alegres, pero la letra se encuentra impregnada de nostalgia:

In the suburbs I, I learned to drive / And you told me we’d never survive / Grab your mother’s keys we’re leaving / You always seemed so sure

Más adelante, en este mismo tema, se expresa:

So can you understand
Why I want a daughter while I’m still young?
I want to hold her hand,
And show her some beauty,
Before all this damage is done
But if it’s too much to ask
If it’s too much to ask
Then send me a son

Añoranzas. Deseos. Nostalgias. Parece un viaje. En algunas partes, melódicamente, este tema me recuerda a The New Pornographers y a MGMT. Por otro lado, hay mucha variedad entre las canciones, y a diferencia de sus trabajos anteriores, en este álbum hay una mayor presencia del sintetizador. Por momentos incluso rozan el indie punk. Variedad garantizada. En relación con mi tema favorito (Modern man): adoro esas guitarras estilo The Byrds, y la composición tipo Tom Petty y Roy Orbison.

Sin duda, un disco totalmente recomendable.

Torta Casera o Ejercicio #52 de sadismo

Autor: Alejandro (26 de Marzo de 2010) (publicado en Narrativas N° 18, Julio-Septiembre de 2010, ISSN 1886-2519)

Ingredientes:

  • 2 tazas de harina de trigo leudante marca “Trópico de Cáncer”.
  • 99,62 gramos de margarina.
  • 1 taza de azúcar morena.
  • 7,62 mililitros de esencia de vainilla marca “El Negrito”.
  • Un par de huevos.
  • 126,78 mililitros de leche.
  • Ralladura de limón (cantidad al gusto).
  • 250 mililitros de aguardiente esterilizador.

La fiel ejecución de esta receta implica una renuncia irrevocable a la mediocridad, el sentimentalismo y la Bioquímica. Asegúrese, en primera instancia, de la instauración del orden y el método en su cocina. El horno acendrado, un arreglo áureo de cucharillas y envases, la batidora expectante, el tamiz virginal, la pared con la copia cómplice del “Jealousy” de Munch, la bitácora del último viaje que realizó con ella. Ella. O con más precisión: ella y su ausencia. O ella y otro, nunca se sabe. Otro, y puede que en este momento ella esté desnuda, pero ciertamente ella no es Dagny Juel, ni usted un aprendiz secreto y posmoderno de Antonin Carême. A muy pocos mortales les está permitido experimentar con la elegancia de los celos y el croquembouche. Entonces, recurra a su humildad y ubique las cicatrices del fuego en sus manos y en su corazón. También procure que esta receta permanezca inmune al efecto imprevisto de rabias y fluidos derramados.

Inicie enharinando un molde, y vierta las fotos donde aparecen juntos, respetando alguna cronología del cariño. Por decoro, las fotos donde ella lo besa pueden ir al fondo. Aplique algo de margarina, para que no se peguen. Por favor, precaliente el horno a 350°F (aproximadamente 180°C). Ahora recuerde aquel paseo nocturno y en bicicleta, e imagine que en este momento ella recorre esa ruta, bajo las mismas luces estrelladas, pero con otro. Acuérdese también del collar que usted le regaló inesperadamente, para sorprenderla y recibir la recompensa de su sonrisa, y no olvide que en diez días tiene que pagar la quinta cuota. Piense en los chocolates del 14 de Febrero y su cumpleaños. Rememore la revelación de adjetivos y adverbios infieles a la decencia que su mejor amigo compartió con usted hace cuatro años, cuando humillado por su inesperada (y como siempre, injustificada) soltería, analizaba la compra de unas rosas exquisitas y caras, su odisea por mares y sabanas del país preservando el ramillete en los hombros, y el obsequio para un nombre ahora ilícito que por entonces era el amor de su vida y lo sería durante dos o tres meses más. Felicitaciones si usted superó tal proeza.

Bata la margarina con el azúcar, hasta que adquieran la contextura de una crema uniforme. Agregue los huevos, y salpique con la esencia de vainilla. Observe con rigor científico y registre el proceso en su libretita de anotaciones culinarias, ésa que reserva para los descubrimientos fortuitos de alguna mezcla o sazón genial. Escriba allí todas las cosas que le responderá si a ella se le ocurre preguntar por usted. A su simple “¿cómo estás?”, usted responderá con una retahíla de reproches finamente premeditados. Rebájese, pruebe a insultarla. En todo caso, si su machismo y su perfil psicológico enfermizo y primitivo rigen su conducta, sepa que “coleccionista de bocas masculinas”, “aventurera de braguetas” o “pedazo de vulva fácil” nunca superarán al imperdonable y cálido “princesa de las mentiras”. Cuestión de tautologías.

El siguiente paso resulta inefable. Se relaciona con cernir la harina, pero nunca ha quedado claro. Refúgiese en su instinto o explore la pila de recetas viejas en busca de auxilio. Niéguese a la nostalgia si por azar encuentra una receta que pide leche condensada de una marca abandonada. Y si identifica la letra de ella en alguna de las notas relativas a los crepés a l’Armagnac (letra curvilínea, carnosa, con círculos exagerados sobre la “i”), resístase a los latidos súbitos, las palmas sudorosas y el diafragma inquieto. Distráigase con alguna ley de Kirchhoff o el sistema nervioso de las plantas.

Cuando dilucide el misterio, incorpore la harina y la leche. Mientras tanto, ¿se acuerda de cuando ella lo besó sorpresivamente, en plena calle, recién bajados del bus? Viaje a los mediodías calurosos, aburridos y pretéritos, decorados con la monotonía de la clase de Biología y Estudios de la Naturaleza. Elabore toda la trama científica pertinente. Ella jamás lo besó. Se trató, simplemente, del contacto de algunas capas celulares. Involucró la acción del masetero, el milohioideo, el estilogloso, el hiogloso, el geniogloso, los músculos intrínsecos de la lengua, y sobre todo, del risorio y el orbicularis ori. Señales neuronales muy específicas fueron atendidas, varias calorías se disiparon, y algunas promesas fueron tácitamente formuladas. Piense ahora que este mismo consumo de glucosa puede estarse desarrollando sin usted. Si lo hizo todo perfectamente, la mezcla debe mostrarse suave y rica, y también va a sentir un calambre a la altura del abdomen, amenazando con extenderse al muslo izquierdo. Acá olvídese de la verborrea científica y rehuya la blasfemia. La torta no exige aguardiente; sírvase.

Continúe batiendo durante unos minutos más. Si recibe un mensaje en su celular, ignórelo. No, no es ella. No subestime el orgullo femenino. A cambio, usted no la va a llamar nunca más en su vida. Usted olvidó el número de teléfono de la susodicha. Aunque el último dígito de ese teléfono es el tercer número primo. Y, sólo por respeto a Leibniz y a las mnemotecnias matemáticas, el penúltimo dígito corresponde al límite cuando equis tiende a infinito de uno sobre equis. Pero ya. Basta. A continuación, agregue la ralladura de limón y muestre un poco de dignidad. Mientras termina el batido, rastréela. Acuda a la red de redes, y en cualquier artilugio de búsquedas introduzca ese nombre o correo electrónico que le incomodan. Visite cualquier presencia cibernética de ella. Vea quién comenta sus fotos. Ríase como un imbécil si los comentarios provienen de alguna Juana, Luisa, Alejandra… enójese si comenta algún Juan, Luis, Alejandro. Espíela. Pero nunca olvide lo más importante: prométase que es la última vez que lo hace.

Vacíe la mezcla en el molde. ¿Se pegó en el fondo? Aplique medidas urgentes: recuerde el último capítulo del Zadig de Voltaire, tararee el final de “Harry, you’re a beast” de Frank Zappa and The Mothers of Invention, escriba un cuento titulado “El Prostíbulo Fantástico”, o celebre tardíamente el primer gol de Pelé en la final de Suecia 52. Por último, al horno, y salga a caminar.

Encuéntrese con las amigas de ella, y hábleles sobre temas que indirectamente la involucren. Trate de conducir la conversación hacia donde usted quiere, y cuando finalmente aparezca el nombre anhelado, hágase el indiferente, y simultáneamente trate de representar en su rostro, por una fracción de segundo, una muestra de sorpresa, asco, felicidad y evocación de una persona que, afortunadamente, ya usted olvidó y desea que le vaya bien en la vida. Por cierto, la feminidad involucra cierta complicidad de género, varios códigos y rituales prohibidos a los extranjeros. Y si ella fue capaz de compartir con sus amigas aquellas cinco páginas donde usted se deshacía en intimidades y bochornosas declaraciones de amor, no dude que le informarán sobre la charla con usted. Así que compórtese como lo que no es: un repostero magistral. Baje la temperatura del horno. Si recibe el dulce aroma de la torta anunciándose, pregunte por aquel tipo y ella. No crea si le dicen que es sólo un amigo, y crea menos si le dicen que es un primo.

Cuando termine, podrá comer la torta mientras organiza y responde su correo electrónico. Por ahí verá algunos correos de ella, atrapados entre el salvemos a fulanito con un click y las fotos bochornosas de la boda del ministro socialista. Lea alguno, y reencuéntrese con esas frases tan típicas y falsas de ella: “te quiero”’, “por favor créeme”, y alguna permutación de cursilerías. Sea varón y borre. Piense, escriba y destile. No olvide tampoco que si hoy ella pasa por su lado, lo mira y le sonríe, usted probablemente no se acordará de nada de esto. Sírvase preferiblemente frío.

Breve nota sobre Stalker

Después de ver Stalker por primera vez, mi favoritismo hacia Zerkalo / The Mirror (otra brillante película de Andrei Tarkovsky) permaneció intacto. Creo que mi predilección por Zerkalo está sustentada en cierta debilidad personal por las secuencias metafóricas. Sin embargo, con el tiempo, a medida que los mensajes y símbolos de Stalker han sido paulatinamente asimilados por mis neuronas, creo que Stalker es mejor película (por favor, no se olvide nunca el carácter totalmente subjetivo de “mejor” en estos tópicos).

Poster francés de Stalker

Stalker, en contenido, ofrece una riqueza impresionante. La presentación de dicha riqueza, además, resulta magistral: la sutileza domina los movimientos de cámara, con tomas de longitud justa, y con acercamientos (como el del inicio, en la habitación) bastante lentos, perfectos para capturar la atención y fomentar el análisis sobre lo que está sucediendo. En esta película la idea de tiempo corresponde con la fluidez de la cámara: todo transcurre sin saltos; observas, pero sin interrumpir la historia que se desarrolla. En relación con el espacio, hay algo notable: se construye la escena sin mostrarla toda, recurriendo para ello a la mente del espectador. Desde el comienzo la película es genial en este sentido. Por ejemplo, el bar no se muestra, pero lo sugieren, más allá del muro. Y cuando aparece el Escritor, la cámara no permite observar de qué lugar procede éste, sugiriendo implícitamente la presencia de otro espacio. Al respecto, leí que Tarkovsky dijo:

I think, that as little as possible (of film) has to be shown, and from that little the audience has to build up the idea of the rest… the symbol in cinema is a sort of nature, of reality. Of course, it isn’t a question of details, but of what is hidden.

En este sentido, la aproximación artística de Tarkovsky coincide con la de autores como H.P. Lovecraft, defensores de este tipo de reconstrucción mental. Adicionalmente, las películas de Tarkovsky son generosas en simbolismo. En el caso de Stalker, tenemos como algunos ejemplos al tren, al perro, y principalmente, a la Zona (símbolo supremo de la película). En general, con la “zona” Tarkovsky nos enfrenta a la perpetua ansiedad humana por satisfacer sus deseos, sin conocer muy bien el significado de lo que desean, sin saber si la visita a la “zona” les permitirá fortalecerse o autodestruirse.

Ninguno de los personajes me resulta simpático. Stalker, Científico, Escritor, esposa, hija… todos me provocan antipatía. Tal vez la esposa se erige en especie de antítesis frente al cinismo que carcome a otros, como el Escritor y el Científico. Sin embargo, a pesar de lo difícil que resulta simpatizar con él, la dimensión humana del Stalker es fascinante. Es un hombre con un propósito vital extravagante. ¿Qué gana realmente llevando gente a la Zona? ¿Quiere confirmar algo para sí mismo? ¿La manera en que se aferra a las reglas para defenderse del supuesto peligro extremo en tránsito a la Zona, es el reflejo de las dudas que lo consumen?

Una palabra para la escena final, con Monkey: impactante. Muchas interpretaciones son posibles. ¿La complejidad de lo paranormal, o la sencillez del paso del tren?

Y no comentaré sobre la música magistral aportada a la película por ese otro genio, Eduard Artemyev. Aquí está el tema principal de Stalker, una delicia:

Esta película es prácticamente perfecta.

Teorías Insuficientes sobre la Naturaleza de la Oscuridad

Autor: Alejandro (relato experimental)

Listo. Ahora los niños no podrán acceder a esos mercados cibernéticos de la carne. Lucía une los muslos y me recuerda al nene tocándose frente al monitor. El bromazepam diluido en los capilares. En la maravilla de un alba me fui por tu cuerpo y no regresé. La facultad y cuando te descubrí y me gustabas. Ser autómata no cohíbe mi predisposición al disparate. Conjugación satisfecha en pasado. Y al llegar a tu vientre la alegría de escuchar fui feliz. Me gusta la nueva muchacha de administración, pero al jefe también le gusta. Lucía me mira extraño, y usa conmigo esos ojos hace días. Grito pero a ella le parece que gimo. Risa gutural. El demonio y sus cuernos. La sombra del poste decora la pared junto a la cama. Papá entra y apaga la luz. Ayer me acordé de mi primera novia. ¿Por qué sueño con ella? Cierto, los niños. La tengo a ella ¿y qué más? A veces me atormento con la idea de la eneuresis y su vuelta, porque ahora tengo a Lucía. Quiero golpear al gordo del 53. ¿Va a llevar estas hojillas? Vienen a precio nuevo. Sin embargo, ya no digo no. Los ojos verdes y poco más. Esos lentes la hacen ver aún menos femenina. Lucía es tan distinta, tan carente. Me encanta la tetona nueva. Quiere. Hoy no. Ahí está mirándome otra vez, inquisidora. Yo no. Pero Lucía es inteligente. El 15 comienzan a aplicar el aumento. Tal vez no merezco eso. ¿Irás a mi recital mañana? La valla la modelo en traje de baño cerveza y el neón. El carril derecho está más desahogado. La pornografía del tráfico desde la ventana de un séptimo piso. Lucía me mira. La tanga inverosímil de Lucía. A la cama que mañana tienen escuela temprano. Que la luz encendida como la mía a su edad. Me dice que tiene miedo y examen mañana. Pan, leche, jamón. El violín de Lucía. Lucía. El timbre que viola también la paz. Etcétera, gastos de venta y distribución, costo de ventas, ventas netas, estado consolidado de ganancias y pérdidas. Armazones de píxeles masacrándose unos a otros en la sala y su televisor. Olvido que el ascensor no funciona. Al fin llegamos. Para mí que es el arranque. Sin opciones llamo al primo mecánico. Siguió de largo. Creo que ahí viene Fernando. Ese auto lo conozco.

Listo. Espero que la maestra no se de cuenta de que la tarea se las hice yo.